Por: Cartas de los lectores
Fuente: www.elespectador.com
Dos columnistas de este diario, para buscar oscuros efectos, han ofendido a los jueces de Colombia y a los medios de comunicación en la lucha contra la criminalidad.
De un lado, Mauricio Botero, pluma mediocre que no alcanza a escribir columnas completas y requiere citar ampliamente entre comillas a otro y, para poder completar el espacio, las complementa con “Apostilla 1, 2, 3”, para lanzar la afrenta de que los jueces deciden según lo orienten los noticieros radiales y televisivos, a su vez manipulados por unos abogados de justicia espectáculo en los que incluye mi nombre. Botero incurre en una falta ética que deslegitima a El Espectador, al ocultar a sus lectores que me persigue reiteradamente en su columna porque yo represento a su contraparte, doctora Alexandra Garcés, presidenta de Invercauca, quien denunció ante la jurisdicción penal a la junta directiva de Riopaila Castilla para que los investigue por el delito de constreñimiento ilícito y otras conductas. Igualmente Botero y otros accionistas denunciaron por falsa denuncia a mi representada, proceso que ya fue debidamente archivado. También solicité se investigara una toma armada con decenas de personas sin identificar a la hacienda Papayal, administrada por Invercauca, para que se determinen los autores y partícipes de tan repudiable procedimiento. Creo que me asiste el derecho de exigir que ese nada ético comportamiento quede al descubierto, porque la objetividad del columnista se presume, y probado está que Botero usa El Espectador para intereses económicos y personales. Y si así se comporta el sr. Botero como “columnista”, imagíneselo de comerciante, socio o contraparte.
También Alejandro Gaviria, columnista y decano de Economía de la Universidad de los Andes, atacó a la justicia y el rol de los medios de comunicación, desconociendo que hacen parte esencial del ámbito en que se consolidan las garantías públicas en un Estado de derecho. A los penalistas nos enseñó el Maestro de Bonn que los que opinan de todo al final no saben de nada, y un sectario economista, para defender a un cercano acusado de corrupción que defiende en esa misma columna, opina de juridicidad y de medios de comunicación, y los ataca, provocando la misma sensación de distorsión que un abogado opinando sobre física cuántica.
Le replico que desafortunadamente vivimos en un país con amplia desigualdad, lo que repercute en violencia, criminalidad, y ausencia de bienenestar. La desigualdad permanece invisible o indiferente ante quienes detentan el poder, y los poderosos se sienten cómodos en el silencio. Su trasnochada tesis de la justicia espectáculo está totalmente revaluada por la teoría de la comunicación, y sólo demuestra su desconfianza a la capacidad valorativa no sólo de la opinión pública sino, lo que es más ofensivo, de la ponderación e independencia de nuestros jueces. Su artículo representa una afrenta a la majestad de la justicia y se convierte en un mal ejemplo para las nuevas generaciones. Yo entiendo que le moleste siendo él decano de la Universidad de los Andes, que la administración de justicia haya revelado con ayuda de los medios que un supuesto suicidio fue un cobarde homicidio.
La teoría de los supuestos malos efectos de los medios sobre la audiencia fue una premisa equivocada que surgió con actores de la segunda guerra mundial, y prueba su desprecio por el mundo jurídico, pero además su postura inquisitiva y antigarantista que busca una justicia secreta, con jueces sin rostro, sin publicidad de las pruebas para las partes, sin un debido proceso, juzgando a las personas por quienes son y no por sus actos. Perdóneme mi ignorancia en temas económicos, sólo comparable a la de Gaviria en temas jurídicos, pero a la sentencia judicial no se puede llegar en secreto, como a las variables para fijar un salario mínimo.
Nada conoce de la independencia de nuestros jueces, ni de la pasión de ser abogado, sólo un cómodo opinador, acostumbrado a las juntas directivas de los bancos y a los jugosos contratos de consultorías económicas, ganando dinero por pronosticar la forma de hacer riqueza en medio del mar de pobreza de nuestro país, solo alguien así puede demeritar de manera tan apresurada a un juez de la República, y especialmente a un juez penal.
Suena evidente que los medios de comunicación juegan un papel protagónico en la lucha contra la impunidad. En Colombia ninguno de los grandes y mediáticos procesos judiciales de importancia hubiesen surgido si no fuera por la denuncia y la supervisión de los medios de comunicación. Y, que yo recuerde, Gaviria no ha denunciado ni uno.
Jaime Lombana Villalba. Bogotá.